Juan Romero vive para los caballos. El tenía 16 años cuando conoció a su maestro Miguel Barrionuevo. Desde este momento Juan dedicó su vida al arte ecuestre y al aprendizaje de una equitación viva al lado de Miguel y un desarrollo continuo durante infinitas horas a caballo, infinitas horas de estudio e infinitas horas de reflexión. Miguel sigue presente en el trabajo de Juan a través de los recuerdos de muchos caballos trabajados juntos y de tantos momentos compartidos.

Hoy, los alumnos de Juan en la Finca y en muchos países europeos le aprecian tanto por sus grandes conocimientos, su sensibilidad, su paciencia y sobre todo su auténtico cariño por los caballos.

“A mi me gusta la equitación pura, una equitación correcta, en la cual cada caballo recibe una preparación justa y profunda para luego brillar a base de esa preparación.” Muchos caballos que llegan a la finca vienen con la necesidad de corrección. Juan dedica infinitas horas analizando loque necesita cada caballo y diseñando un plan de trabajo individual para cada uno.
“Hay que sentir al caballo y quererlo. Esto para mi es montar a caballo, sentir y querer.” Palabras humilde de Juan Romero y la verdadera esencia de su trabajo y su enseñanza. Los caballos que tienen la suerte de ser guiados por las manos de Juan de lo agradecen todos los días. Manos sensibles, manos con tacto, manos expertas que acarician mucho y exigen sólo lo que cada caballo puede dar en cada momento de su formación.

El resultado son caballos con confianza, con brillo y caballos con una mirada suave y abierta. Ellos saben que cada vez que Juan entra en su cuadra y los empieza a preparar, se pueden esperar sensaciones buenas. Hay dias mejores, dias peores, pero algo que no varía nunca es el respeto y el amor hacia ellos. Puro.